y tiene forma de cruz;
por la puerta de un costado abierto,
rasgado por la lanza.
El que así está
convertido en puerta absoluta,
con su cuerpo desgarrado, nos atrae hacia ti.
Buscó la paz para nosotros.
Quitó la raíz amarga que nos hacía tanto daño:
la
muerte.
Nos puso en el plato de cada día otra comida:
la de los hijos ya
reconciliados y reunidos en su fiesta,
para escuchar la voz de quien nos
convocaba.
Dios nos tuvo desde siempre inscritos
en el registro de su mismo
fuego
y quiso siempre hacernos partícipes
de la plenitud de su amor.
Porque
nunca habrá amor más grande
que el de dar la vida por aquellos a quienes se
ama.
Y cada día, a
través de esta oración reiterativa,
lo recuerdo y lo hago presente y deseo
asimilarlo.
Pero no tengo que inventar cosas nuevas
para hablar contigo o para
comunicar a mis hermanos, intentando quizás más que orar de verdad
lucirme ante
los demás con este ejercicio diario,
pero vanidoso, de las entregas que les
hago.
Lo has dicho todo ya con tu propia vida;
sólo tenemos que mirar y
querer
repetir con la nuestra
aquello que Tú fuiste para todos.
Debe ser una opción
mía, de cada uno,
en libertad completa elegir ser imitador de Dios
y vivir como
El en el amor.
Quiero vestirme con tus sentimientos,
para que a fuerza de
repetir y repetir,
de recordar y recordar, lo que Tú eres
vaya insensiblemente
acabando
con lo que yo soy antes de llegar a la fe y conocerte.
Y a fuerza de
querer que me vivas,
llegue el momento de que ya no sea yo quien vive,
sino Tú
en mí, mi Cristo.
Que como Pablo, pueda yo repetir
que para mí la vida es Cristo,
y una ganancia morir.
Dios de todos y más si cabe de los humildes,
como ofrenda agradecida.
Porque cuando repaso la historia de mi vida,
descubro que sigues siendo
el que
acoge a cualquier hora,
al no saber nunca rechazar a quien a ti llega.
Eres
misericordia que no se agota,
el Dios que nunca olvida su bondad
y mantiene su
promesa para siempre.
La cólera no te pertenece;
es algo exclusivamente
nuestro.
Entrañas de misericordia es lo que eres.
Hoy sigues realizando
proezas, portentos,
hazañas de amor incalculables.
Me atas a ti con lazos de
bondad;
me eliges como amigo y confidente.
Por la sangre de tu Hijo,
me haces
entrar a una dulce intimidad contigo.
Comunicas a mis ojos la luz y la alegría
que Tú mismo eres.
Mis manos extendidas expresan todo eso:
¿qué dios es grande
como nuestro Dios?
Esta pascua debe ser la hora del encuentro c
on tus interrogantes
inquietantes.
La hora de la decisión,
la hora de decidir en
la hora
de optar por Él y testimoniar con tu vida
la esperanza de la resurrección.
ni podemos silenciar lo ecos de las campanadas
que nos gritan que es
la Pascua del Señor
y nuestra propia Pascua.
No
Lo más importante
es que no nos escandalizamos de la noche.
También Dios habita en las tinieblas.
Si Jesús pasó por ella,
Todos podemos
sentir la duda y el vacío,
el miedo y la tristeza, la rebeldía y la desesperación.
A
todos nos está permitido llorar y gritar:
“Líbrame de esta hora”,
no quiero este fracaso o esta
enfermedad,
o este camino que me señalas,
no sé por qué tengo que cargar con esta cruz
o
aceptar esta muerte.
Y puede llegar un momento
en que no
a tu
trabajo, a tu familia.
Pues llora y quéjate.
Pero deja abi la puerta a la esperanza,
aunque
sea de noche.
Ora al Padre que,
aunque no lo veas,
está ahí a tu lado.
líbrame del orgullo de estar solo.
con
mis hermanos estoy;
pero
de los hombres no.
pues lleva toda la Iglesia dentro
de su corazón.
“Es la
hora de Jesús, es tu hora”
que hacen referencia a la “hora”:
“la hora ya ha pasado”,
“No sabéis ni el día ni la hora”,
“¿No has podido velar una hora conmigo?”,
“De aquel día y hora
nadie sabe nada”,
“Llega la hora en que ni este monte…”,
“Desde
“Esta es la hora del poder de la tinieblas”…
va a ser entregado en manos de pecadores…”
que Jesús la temiera y la deseara.
ORACIÓN:
Salmo de la “Hora”
tuviste
que dar el paso decisivo;
la noche
y el dolor, la soledad y la derrota;
te
desplomaste. ¡Todo resultaba tan difícil!
el fruto
de tanto sacrificio?
¿Quién
te metía en esta empresa?
Lágrimas
de angustia, sin consuelo;
y cada
lágrima una súplica,
“No
tienes, Hijo, nada que temer.
Yo
recogeré tus lágrimas, tu sangre.
que es
lo más santo y más valioso para mí.
no habrá
nada, te lo juro,
Huyeron
las tinieblas con sus príncipes.
Fue la
“hora” de la gracia.
Obedeciendo.
obedeciendo
hasta el fin, hasta la muerte.
sufriendo
en la obediencia,
amando
como un Dios,
hasta la muerte.
.
.
.
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Miércoles santo: Judas traiciona a Jesús
Oracion por la mañana
¿Por qué puerta puedo entrar para
abrazarte, Dios?
Por la que está elevada sobre la tierra
Estoy invitado a hacer lo mismo:
invitado a amar como he sido amado; invitado a dar mi vida por los hermanos.
Cristo mío, tú no te resistes ni te echas atrás a la hora de cumplir esta
misión de amarnos hasta el extremo. Ofreciste tu cuerpo todo a quienes
quisieron destrozarlo. No te tapaste el rostro para evitar los ultrajes que te
hicieron. El Señor era tu ayuda; sabías con certeza que, con Él a tu favor, no
quedarías defraudado. Tu sangre, que corrió abundante acusando, pero a la vez
fecundando la tierra, purifica nuestra conciencia de las obras de la muerte y
nos prepara para presentarnos al Dios vivo.
Todo esto ya lo sé.
Por la noche
Mis manos están extendidas hacia
ti,
Tu poder es el perdón;
por eso te
sobran todos los ejércitos,
policías o tribunales constitucionales.
Tu brazo
nos rescata con la vida,
jamás con la fuerza de la violencia,
algo también
exclusivamente nuestro.
Sólo en ti descanso y tengo paz;
sólo de ti viene mi
salvación;
sólo Tú eres la roca de mi esperanza.
Déjame, Señor,
estremecerme
ante lo que eres.
Permíteme, a pesar de los nubarrones
que ensombrecen mi vida,
permíteme arrodillarme y desahogar en ti mi corazón.
Pueda adorarte y acogerte
para que me des la vida,
y sepa agradecerte con toda el alma
el que hayas hecho
a Cristo para mí,
para nosotros, para todos sabiduría,
justicia, santificación
y redención.
Y que por Él, por su sangre,
hayamos recibido el perdón de los
pecados.
Por Él nos has reconciliado,
y has hecho la paz por la sangre de su
cruz.
Reflexión
sobre la Pascua:
Llega la hora, tu propia hora, tu
esperada hora.
libertad un camino u otro,
No podemos detener las agujas del
reloj,
podemos dejar pasar nuestra propia
hora.
La agonía de Jesús nos enseña
muchas cosas.
todos podemos pasar.
encuentres sentido a tu vida,
ORACIÓN:
Padre nuestro, Padre de todos,
No vengo a la soledad cuando vengo
a la oración,
pues sé que, estando contigo,
y sé que, estando con ellos,
tu
estás en medio, Señor.
No he venido a refugiarme dentro
de un torreón,
como quien huye a un exilio de
aristocracia interior.
Pues vine huyendo del ruido,
Allí donde va un cristiano no hay
soledad, sino amor,
Y dice siempre “nosotros”, incluso
si dice “yo”.
ORACIÓN
MIÉRCOLES SANTO (noche)
“HA
LLEGADO LA HORA”
Monición:
“Si el dueño supiera a que hora”,
aquella hora el discípulo la
recibió en su casa”,
Jesús nos habla en otros muchos
textos de la “hora”
para decirnos que ha llegado el momento
decisivo de su vida:
“Mujer todavía no ha llegado mi
hora”
“Cuando llegó la hora, se puso a
la mesa…”
“Ha llegado la hora en que el Hijo
del hombre
“Ha llegado la hora de que sea
glorificado
el Hijo del hombre”
No es una hora de reloj,
sino de
tiempo extraordinario
en que todo llega a sazón.
Todo: las tinieblas y la luz; el odio y el
amor;
la justicia y la injusticia; la muerte y la vida…
No es extraño, pues,
Escuchamos sus propias palabras:
LECTURA
DEL EVANGELIO
Había
unos griegos que habían subido para los cultos de la fiesta. Se acercaron a
Felipe,
el de
Betsaida de Galilea y le pidieron:
Señor,
queremos ver a Jesús.
Felipe
se lo dijo a Andrés y ambos fueron a decírselo a Jesús. Jesús les contesta:
Ha
llegado la hora de que este Hombre sea glorificado. Os aseguro que, si el grano
de trigo
caído en tierra no muere, queda él solo; si muere, da mucho fruto. El que se
aferra a la vida la
pierde, el que desprecia la vida en este mundo la conserva para siempre. Quien
me sirva que me
siga, y donde yo estoy estará mi servidor; si uno me sirve, lo honrará el
Padre. Ahora mi espíritu
está agitado, y ¿qué voy a decir?, ¿Qué mi Padre me libre de este trance? No;
que para eso he
llegado a este.
“Padre, da gloria a tu nombre”.
Llegó
para ti, Jesús, la hora deseada
tuviste
que pasar por el infierno:
tuviste
que beber el cáliz más amargo.
Y tú,
Jesús, te echaste a temblar,
¿Y quién
te aseguraba el éxito final,
¿Por qué
tenía que ser así?
Y tú,
Jesús, te echaste a llorar,
cada
lágrima una duda, una pregunta,
cada
lágrima un montón de sufrimientos;
intensa,
doliente, interrogan.
Y el
Padre te escuchó, haciéndose presente:
Yo
estaré contigo en tu dolor.
Yo seré
tu fuerza y tu consuelo.
Yo
guardaré tu espíritu, tu vida,
No habrá
nada, Hijo mío,
que
pueda separarte de mi amor”
Ya pasó
la noche y la tormenta.
La calma
retornó a ti.
Aprendiste,
sufriendo, a obedecer,
sufriendo
hasta el fin, hasta la muerte.
Y en tu
obediencia aprendiste a sufrir,
Sufriendo
aprendiste también a amar,
obedeciendo
hasta el fin, hasta la sangre,
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