Por la mañana
Te has sentado a la mesa
de la eterna fiesta de la fraternidad.
Sabes muy bien lo que hay dentro
de cada uno de nosotros, tus invitados.
Por eso Tú, que en tu angustia ante la muerte
clamaste a Dios y, sufriendo, aprendiste a obedecer,
has querido hacer tuyas
las pasiones y sufrimientos humanos.
Has derrotado a la muerte
derrotando la iniquidad y la injusticia..
Te compadeces tanto de nuestras debilidades,
que quieres quedarte para siempre con nosotros
y así poder echarnos una mano cuando sea necesario.
Te has convertido para los que obedecen a Dios
en autor de salvación.
Y nuestra salvación, Señor, es quererte y amarte.
Te has sentado a la mesa,
y has invitado como comensal a todo el mundo.
Se acabó la negativa a compartir;
la división entre los hermanos no tiene sentido ya;
el desprecio por los pobres se convierte en acogida
y servicio al lavarles los pies
con gestos reales de entrega radical.
Sí, te has sentado a la mesa
y nos dices de corazón que has deseado enormemente comer esta comida pascual con nosotros,
antes de padecer.
Consciente de que había llegado tu hora, Jesús, habiéndonos amado, nos amaste hasta el extremo.
Y ya tienes un pan en la mano,
que bendices y nos repartes,
animándonos a que lo comamos porque es tu cuerpo.
Y sin haber podido salir aún de nuestro asombro,
has llenado la copa de vino y nos la pasas también
para que bebamos, porque es tu sangre.
Y que te vas, pero que cada vez que nos reunamos
y repitamos este gesto del pan y del vino,
Tú estarás á nuestro lado para que podamos anunciar
al mundo tu muerte y resurrección.
Cristo maravilloso, gracias por enseñarnos
a descubrir al hermano, a tender la mano,
a presentar la otra mejilla, a compartir pan y hogar.
Gracias por ese poco de pan en tus manos
y ese vaso de vino, con los que nos dices
cómo se vence el pecado, el hambre, la muerte.
Que ahora nosotros continuemos tu lucha para que
todo hombre y mujer sean queridos y respetados,
para que a nadie le sea negado el pan y el trabajo,
para que los niños puedan reír ilusionados.
Sí, continuaremos tu lucha
para que nadie se enriquezca con el trabajo de los demás
y para que nadie tenga miedo de nadie.
Por la noche
Hoy, día del amor fraterno,
procura partir tu pan con el hambriento,
hospeda a los pobres sin techo,
viste al que veas desnudo
y no te cierres a tu propia carne.
En la última cena, Jesús,
nos dijiste con tu propia vida entregada a la muerte,
que lo único que vale es el amor a los hermanos,
hasta ser capaces de dar la vida por ellos.
"Quien pierde su vida, la gana para siempre".
Hoy, la víspera de padecer por nuestra salvación
y la de toda la humanidad, tomas el pan y dices:
TOMEN Y COMAN, ESTO ES MI CUERPO.
Coges después la copa, y añades:
TOMEN Y BEBAN, PORQUE ESA ES MI SANGRE.
Por favor, nos suplica Jesús,
hagan siempre y donde estén lo que acabo de hacer.
Gracias, Padre Dios, por tanto amor.
Gracias, Jesús, porque en la última cena
inventaste la misa;
porque el Jueves Santo nos enseñaste a servir.
Gracias, Jesús, porque incluso
llamaste amigo al traidor Judas;
porque nos diste un Mandamiento Nuevo;
porque nos has dado un corazón parecido al tuyo.
Monición
Vamos a acompañar
juntos a Jesús
en esta noche de Jueves Santo.
No tengamos prisa.
Junto a Jesús el tiempo tiene sabor de eternidad.
Aunque es de noche,
sea ésta una hora de luz.
Que Jesús nos ilumine.
Aunque
haga frío,
sea ésta una hora cálida de amor,
prolongación del amor hasta el
extremo
que hemos celebrado esta tarde.
A esta noche del
Jueves Santo se le llama con razón:
«Día del amor fraterno».
Las
palabras de Jesús, las cosas que realizó,
los gestos inolvidables
durante la última Cena,
proclaman su generosidad desbordante
y su amor
incondicional.
Antes de entregarse a la muerte por amor,
quiere darnos
la prueba suprema del mismo
y enseñarnos cómo tenemos que amar a
los demás,
al prójimo, al hermano.
Cristo conoce bien
el corazón del hombre.
Sabe que muchas veces traicionamos las
promesas;
que no somos fieles a nuestros compromisos;
que somos débiles a
la hora de la entrega;
que muchas veces amamos solamente de
palabra.
Él mismo fue testigo y experimentó
esta amargura en
uno de los suyos.
En la escuela de
Jesús, próxima a la Cruz,
podemos hoy aprender
la gran lección que
Él nos brinda: cómo amar.
Abrámonos al
Espíritu, ese fuego misterioso
que arde en lo más hondo de nuestro
corazón.
Escuchemos y miremos.
Miremos a Cristo y permanezcamos cerca de Él.
Oración
A cada invocación
respondemos: Señor,
aumenta mi fe
- Quiero estar
cerca de ti.
- Quiero escuchar
tu palabra.
- Quiero confiar en
ti.
- Quiero disipar
mis dudas y superar mis miedos.
- Quiero seguir tus
pasos y ser tu testigo.
- Para que aprenda
a perdonar.
- Para que sepa
compartir.
- Para que me
decida a lavar los pies.
- Para que me deje
lavar los pies.
- Para que aprenda
a amar como Tú.
Pongamos nuestros
ojos en Jesús.
Él tuvo una preocupación fundamental:
El querer del
Padre.
De tal manera polarizó esto su existencia
que pudo llegar a
afirmar:
«Mi alimento es hacer la voluntad de mi Padre».
Él se nos
ha entregado como comida de salvación.
Agradecidos,
miramos nuestra vida.
(Nos preguntamos
por nuestros deseos y hambres.
Dónde los tenemos puestos,
cómo los alimentamos, cuáles son realmente nuestros deseos, en qué o
quién tenemos puesto el corazón. Silencio)
(Nos preguntamos
con sinceridad si podríamos vivir
sin Eucaristía, o si es para
nosotros una rutina,
un complemento alimenticio que no nos dejaría
hambrientos si prescindiéramos de él. Silencio).
(Ponemos nombre a
nuestras tentaciones,
a las que intentan vendernos
desde tantos
mercados.
Reconozcamos las tentaciones
que nos acechan para
mantener despierto
el deseo de otro Pan diferente,
el que se nos ofrece
en Jesús. Silencio).
SALMO
Te bendigo, Señor,
con el corazón gozoso, en todo tiempo;
Día y noche, cuando
trabajo o descanso, quiero alabarte;
Mi corazón sólo en
ti encuentra vida, amor y lealtad;
Yo me alegro,
Señor, con todos los hombres que te alaban.
Mis ojos te miran y
tu presencia me inunda de alegría;
Me siento feliz, me
siento tranquilo cuando te alabo.
Yo soy pobre de
corazón,
Señor; a ti grito y tú me respondes.
Siempre estás a
punto para sacarme de mis angustias.
Tu acampas en tu
tienda junto al pueblo escogido;
Eres como una
columna firme
en medio de los que en ti creemos.
¡Oh Dios, yo he
gustado y he visto lo bueno que eres tú!
Yo soy dichoso al
haberte escogido
como el centro de mi vida.
Ante ti, Señor,
siento respeto y reverencia;
A tu lado yo he
experimentado que nada me falta.
Los que pasan de
ti, se quedan pobres y vacíos;
Los que te
buscamos, Señor, quedamos saciados.
Tú eres grande,
eres maravilloso, eres único, Señor.
Nuestras ansiedades
y angustias las haces tuyas.
Tú estás cerca,
Señor, de quien tiene roto el corazón,
Y estás pronto a
salvar a los que se sienten hundidos.
Yo confío en ti, lo
espero todo de tu misericordia;
Confío porque me
amas y defiendes siempre mi vida.
Te alabo, Señor,
con el corazón lleno de gozo.
Te adoro y te
bendigo, Señor y Dios mío.
Gloria al Padre y
al Hijo y al Espíritu Santo ...
ORACIÓN
Cristo Señor,
Cabeza del Cuerpo en constante crecimiento,
Señor de tu Iglesia
y de todo el universo,
Tú nos has
prometido estar con nosotros
todos los días
hasta el fin de los tiempos,
al contemplar este
signo del pan Eucarístico,
que tú mismo
elegiste
para manifestarnos
tu nueva presencia,
te adoramos en la
plenitud de tu Misterio.
Te adoramos a ti,
el Hijo eterno y bendito,
que hoy, como ayer,
te das por entero
al Padre y te recibes de Él;
enséñanos a ser
también nosotros hijos de Dios,
dichosos de
recibirlo todo del Padre y de darnos a Él.
Te adoramos a ti,
que entregaste tu vida por los hombres
y a quien el Padre
resucitó con el poder del Espíritu;
concédenos la
gracia de acceder
al conocimiento de
tu amor,
que excede todo
conocimiento,
y de saber dar
también la vida por nuestros hermanos.
Te adoramos a ti,
que te haces presente
en el pan y el
vino, frutos de la tierra;
nos reconocemos
ante ti,
no como amos y
señores del universo,
sino como
servidores y sacerdotes de tu creación
de la que Tú harás
que broten
la tierra nueva y
los cielos nuevos.
Te adoramos a ti,
Cristo eucarístico,
porque junto a ti
se acrecienta nuestra conciencia
de que nos amas
gratuita e incansablemente.
¡Te adoramos a ti
rebosantes de agradecimiento,
Cristo presente en
la humildad de este sacramento!
Oración final
Señor Jesús,
acompáñame en el nuevo camino
que voy a emprender contigo esta noche.
Quiero abrir los ojos del corazón y buscar
dentro de mí la
entrega y el amor
que tú has sembrado y yo guardo escondido.
Quiero
vivir con fuerza y desde dentro.
Quiero beber tu cáliz y subir contigo
a la cruz, y
hacer mía tu Palabra y dar razón de tu esperanza,
y amar
como tú me amas.
Señor, acompáñanos
en el nuevo camino que,
junto a ti, vamos a emprender esta
noche.
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